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¿Por Qué Recordar a Una Figura Histórica del Siglo XIX en el Siglo XXI?

 A Propósito del Gral. José De San Martín

por Pablo Navas

Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Doctor en historia por la Universidad Nacional de La Plata

 

17 de agosto de 2016

La figura de José de San Martín, como parte de ese panteón de héroes nacionales, ha entrado en nuestra conciencia de múltiples formas. Sin dudar, la escuela se convirtió en la herramienta por excelencia a través de la cual nos hemos acercado con mayor o menor nivel de acartonamiento a su figura. En nuestras biografías escolares podremos encontrar y rememorar una interminable cantidad de actos celebratorios en donde a través de glosas, disfraces de granaderos y realistas y demás personajes de la sociedad colonial, intentaban poner en escena  aquello que nuestros maestros y profesores denominaron la gesta libertadora de San Martín. Recuerdo que de chico me llamaba la atención, la propia palabra libertad, ¿qué significaba? Mis primeras aproximaciones al concepto se asociaban a esa sensación que tenía una vez que terminaba las tareas de la escuela y me dejaban salir a jugar con mis amigos del barrio. Sin embargo, en la escuela, o en las revistas billiken o  Anteojito me interpelaban a otro sentido del concepto.  En esos acercamientos aparecían palabras como colonia, corona, criollos, granaderos, etc. ¿Por qué libertad iba asociada a la guerra contra los realistas? Ya un poco más de grande comprobé  que no son muchos los actos escolares en donde aparece con tanta centralidad la palabra libertad.  Fui entendiendo, a través de las figuras como la de José de San Martín, José Gervasio Artigas o el mismo Simón Bolivar, que la libertad no resulta una condición dada sino ganada por los pueblos y que a veces las armas resultan sólo un instrumento para alcanzarla y sostenerla.

 

En los inicios del siglo XIX, las colonias españolas en América iniciaron un proceso de ruptura del vínculo que las unía con la metrópolis. En el caso del Río de la Plata, ese proceso se inició en mayo de 1810 y se cristalizó formalmente con la declaración de independencia de las Provincias Unidas del Río de Plata en 1816 por el Congreso de Tucumán. No obstante, la declaración resultaba algo endeble ya que la posición de los realistas españoles en Latinoamérica parecía revitalizarse con la vuelta de Fernando VII al trono español, luego de la derrota de Napoleón en 1815.  En este escenario San Martín entendió perfectamente que la ruptura del lazo colonial del Río de la Plata no podía sostenerse sino era con la independencia del resto de las antiguas colonias españolas y sobre todo si no se desarticulaba el principal nudo realista en América del Sur: Perú. Durante su gobierno en la intendencia de Cuyo y la caída a manos realistas de la primera revolución chilena, consolidó la preferencia de San Martín por un plan de ataque en primer lugar a Chile y con posterioridad a Perú, a través de Chile y por mar hasta Lima. A comienzos de 1817, San Martín y sus tropas avanzaron con tres mil hombres a través de la cordillera de Los Andes hacia Chile, las batallas de Chacabuco y Maipú aseguraron la reconquista y liberación de Chile, y en consecuencia la continuidad del proyecto de San Martín hacia Perú por Mar.

 

Es interesante destacar que San Martín, no contaba previamente con una flota de guerra, por el contrario una vez en Chile se dieron a la tarea de crear una flota a partir de los barcos incautados de los puertos chilenos. Finalmente, en agosto de 1820 partieron para liberar a Perú con algo más de cuatro mil soldados, insuficientes para vencer a los más de veinte mil que formaban las fuerzas del rey. Sin embargo, la presencia de un ejército libertador favoreció levantamientos espontáneos de las poblaciones originarias que veían en este proceso un canal para mejorar su condición.  Si bien la empresa sanmartiniana en Perú resultó exitosa en un principio, los apoyos logrados seguían siendo escasos y para 1822 no tenía un final visible si no se contaba con apoyos externos.  Estos últimos vinieron de la otra figura latinoamericana que contribuyó sustancialmente al  proceso emancipatorio latinoamericano, el General Simón Bolivar. Este último, con mayores dificultades que San Martín había logrado emancipar la zona del antiguo virreinato de Nueva Granada, y que como el libertador argentino, entendieron que la consolidación del proceso independentista era con la expulsión absoluta de los realistas, por eso la mirada en Perú. Finalmente, el acuerdo entre ambos libertadores trajo como consecuencia el final de la presencia realista en Latinoamérica lograda con el triunfo militar en la batalla de Ayacucho en 1824.

 

Personajes como los de San Martín se suma a las figuras latinoamericanas que impulsaron la ruptura de los lazos coloniales sostenidos durante siglos con la corona española, permitiendo que las nuevas dirigencias políticas criollas avanzaran en la construcción de una patria soberana.  Sin embargo, ese legado lleno de potencialidades se transformó progresivamente en una dura realidad para para aquellos que tanto hicieron por romper los lazos coloniales con potencias extranjeras. Las nuevas naciones emergentes latinoamericanas aparecieron como receptoras de préstamos y nacientes mercados consumidores de las también nacientes potencias industrial-financieras de Europa, particularmente de Inglaterra. De esta forma, acabado el lazo colonial el legado más evidente fue un nuevo modo de inserción de las economías latinoamericanas al mercado mundial.  La expansión capitalistas europea resultó  más silenciosa y menos espectacular que las libradas en los campos de batalla, y además contó el apoyo y adhesión de los grupos dominantes locales que, como propietarios de la tierra, fueron amplios beneficiarios de la venta de materias primas, convirtiéndose en fervientes defensores y promotores de los lazos imperiales.

 

La historia contemporánea de Latinoamérica desde entonces ha encontrado diferentes coyunturas en donde sus gobiernos han renovado con distintos grados de éxito la necesidad de establecer una agenda emancipatoria que promueva el desarrollo de nuestros pueblos con acciones que persigan el único interés de beneficiar a los que menos tienen, a los olvidados. Ahora con la misma urgencia que entonces, es necesario librar la batalla cultural contra aquellos que, en nombre de un nosotros, diseñan un sentido común que se cimenta en la invisibilización y desprecio hacia los pueblos originarios, en que éxito de los países es la resultante de los éxitos individuales, y sobre todo que la unidad latinoamericana sólo es relevante en términos de mercados que se abren para colocar productos.

 

La evocación de figuras como la de San Martín, reconoce un nudo de conflictividad, como consecuencia de ser atravesado por disputas sociales que pujan por modelar la memoria. El proceso implica no sólo los aspectos que de ese pasado deben ser recordados sino que también incluye lo que debe ser olvidado. Maurice Halbwachs, al referirse a la memoria social señalaba que se trata de una “corriente de pensamiento continuo, de una continuidad que nada tiene de artificial pues sólo retiene del pasado lo que permanece vivo o lo que es capaz de vivir en la conciencia del grupo que la sostiene”. Esta aproximación reconoce al interior de la memoria social posiciones antagónicas: la memoria social del poder y la memoria social de los dominados.  En nosotros, como pueblo, estará en recordar a San Martín sólo como un episodio más de nuestra biografía escolar o figura del Billiken o bien como hombre que libró en medio de sus circunstancias históricas la lucha para alcanzar una patria grande unida y soberana.

SI SOMOS LIBRES, TODO NOS SOBRA